sábado, 29 de febrero de 2020

Las voces en el bosque.

Hacía casi una semana que Renée había llegado a iniciar una nueva vida lejos del ruido de la ciudad, su casa en el bosque era un sueño hecho realidad. Estaba más llena de ilusiones que de mobiliario, pero era la promesa por la que había esperado largamente. Lo primero que hizo al instalarse fue acondicionar un estudio para continuar trabajando; debía considerarse afortunada de no tener que asistir a ninguna oficina para laborar, estaba por terminar un artículo para una revista de moda. Si bien no se sentía fascinada por ello, era un trabajo como cualquier otro; varios meses de éxito relativo le habían ayudado a pagar las cuentas y así deseaba continuar. Pensaba mucho en lo tranquilas que eran las noches en ese lugar, hasta una madrugada en que le pareció escuchar un ruido como de alboroto de animales, pero estaba adormilada y cesó pronto. Al día siguiente se levantó pensando que quizá todo se había tratado de un mal sueño. No había vecinos cercanos para investigar, todos preferían vivir más cerca del pueblo, aunque había pocas casas cerca, nunca duraban habitadas, según le habían contado. Desde luego eso no pasaría con ella, pues justo había elegido aquel lugar por la escasa población. A partir de esa noche no pudo dormir bien por varios días, soñaba con el bosque y algo que la llamaba desde la oscuridad. Pensó que debía ser el cambio tan drástico de la ruidosa ciudad a aquel alejado paraje o la falta de contacto humano por varios días, le daba igual nada la haría cambiar de parecer respecto de su nueva residencia. A la semana siguiente llegó el resto de sus muebles y dedicó tiempo a instalarlos, al término de la tercera semana podía llamar hogar a aquel rincón. El otoño estaba por llegar y le hacía ilusión salir a caminar por los senderos cubiertos de hojas. Al finalizar el primer mes los días se habían vuelto más fríos y salía menos de casa, tantas horas de encierro le causaban inquietud sin razón aparente. Al tiempo, las pesadillas volvieron de forma intermitente. En el sueño siempre escuchaba que algo o alguien la llamaba desde el corazón del bosque, al avanzar el camino se tornaba lóbrego y al intentar volver se veía inmersa en una espesa oscuridad; con la sensación de ser perseguida, despertaba en el momento en que aquello estaba a punto de atraparla. Invariablemente se repetía a sí misma que todo era producto del aislamiento al que se estaba sometiendo, que eso estaba influyendo en su ánimo, aunque en el aspecto productivo la mejoría era notable. Descubrió que los días fríos habían hecho que terminara casi por completo con sus reservas de leña, ahí terminaba lo maravilloso de tener chimenea, ahora tenía que salir a buscar más si no quería morir de frío en los próximos días. Había una pequeña hacha que llevó consigo, faltaban muchas horas para la puesta de sol así que era un buen momento para salir de casa. Luego de avanzar una decena de metros lejos de la casa pudo notar que el frío no era tan intenso afuera, «debe ser por la caminata» pensó sin darle demasiada importancia. De pronto notó un inusual silencio. Se quedó de pie un momento, contuvo la respiración para no hacer ningún sonido, hacia donde mirara ni siquiera las hojas de los árboles parecían moverse y el silencio era abrumador. Trabajó tan rápido como pudo, pues la situación le inquietaba mucho y por momentos recordaba las pesadillas que había tenido. Conforme caminaba de vuelta a su casa notaba que el frío volvía. Necesitaba tomarse unos días fuera para descansar de aquel ambiente, así que llegando decidió que visitaría a sus padres, quienes la recibieron con sorpresa pues no pensaron en verla tan pronto —Creo que no termino de acostumbrarme al clima —les explicaba a sus padres. —Ojalá lo consigas, la casa es preciosa y el espacio envidiable. —Lo sé, tuve suerte de encontrarla. —Y el trabajo, ¿Cómo va? —intervino su padre. —El cambio ayudó mucho, mi concentración mejoró. —Hija, no te veo del todo bien, ¿No descansas? —Sí duermo, mami, pero he tenido bastante trabajo los últimos días. —Es bueno que tengas trabajo, pero no que te desgaste así. Deberías equilibrar mejor tus horarios y no descuidar tu descanso. A la larga te va a afectar, por ahora tu cuerpo puede compensarlo, pero nadie es joven para siempre. —Lo sé, ma’, sólo necesito terminar de adaptarme al cambio. Su padre habló poco, lucía pensativo. —Quizá es una tontería —dijo finalmente—, he hablado con tu madre sobre lo que se dice de la zona en la que vives. La gente que llega ahí nunca se queda por mucho. No quiero parecer un loco dejándome influenciar por los rumores, pero… —Ese no es el hombre escéptico que me crió. —Lo sé. —Tu padre te extraña tanto, que es capaz de decir cualquier cosa con tal de que vuelvas a casa. Las tardes de domingo no son lo mismo sin ti. —De acuerdo, de acuerdo. Me has descubierto, mujer. —Es algo temporal, papá. Volveré, pero no por ahora. Necesitaba hacer esto para aclarar mis ideas respecto al futuro y muchas otras cosas. —Y lo entiendo, esta es tu casa y siempre lo será. Vuelve cuando quieras, si es que así lo deseas. —Lo haré, pero antes pasaré una temporada en el bosque. El fin de semana pasó en un abrir y cerrar de ojos. Antes de lo que pensó ya estaba en camino de vuelta a su casa. Pasó unos cuantos días fuera y al regresar tuvo la sensación de que algo había cambiado en ese lugar. Al llegar a la puerta encontró un pájaro muerto a sus pies y le provocó un escalofrío. Fue a buscar algo para mover el cadáver del paso, regresó con una rama y empujó al ave, ésta graznó y agitando las maltrechas alas se enderezó y de forma errática alzó el vuelo hacia el bosque, no mucho después de verla perderse entre los árboles escuchó el alboroto de lo que parecía ser una enorme parvada. La casa parecía más fría e incómoda de lo que la recordaba. Esa noche por un largo rato no logró conciliar el sueño y cuando por fin lo hizo soñó con el ave que estaba en la entrada, al levantar el vuelo los graznidos se iban tornando en sonido articulado, repitiendo una única palabra: Renée; mientras más se internaba en el bosque otros pájaros se unían al llamado, pronto el bosque entero repetía una y otra vez su nombre. Despertó sobresaltada, aún era de madrugada, el viento sacudía los árboles y les arrancaba terribles sonidos casi como lamentos. Intentó dormir de nuevo, pero había algo más que no se lo permitía, le parecía escuchar un gran desorden de voces aviares. En efecto, cientos de aves rodeaban su casa, golpeando puertas y ventanas con sus picos. Renée salió a pesar del miedo, el impulso de salir fue mayor. Se abrigó, tomó una escoba dispuesta a ahuyentar a los animales. Tan pronto salió los pájaros guardaron silencio, todos y cada uno clavaron la mirada en ella, la fueron rodeando. Instintivamente ella dio un paso atrás y otro, los animales estaban cada vez más cerca y se sentía incapaz de defenderse. Intentó entrar de nuevo a la casa pero la separaban pocos metros y decenas de miembros de la parvada. Podía sentir el peligro con cada palmo que avanzaban las aves, comenzó a correr pero hacia donde ella intentara dirigirse las aves bloqueaban el paso en todas las direcciones, menos hacia el bosque; vio sus opciones reducidas a morir destrozada por los picos y garras o morir en el bosque tratando de salvarse, decidió que lo intentaría. Corrió a toda velocidad por el golpe de adrenalina. Las aves quedaron en silencio un instante y ella pensó que se había alejado lo suficiente. «Renée», de los árboles lejanos llegaba un murmullo, «Renée» cientos de voces le llamaban. Avanzó y los ojos de los animales iban atentos a cada paso dado.La confusión hacía presa de ella, no quería creer lo que estaba pasando, «Renée» decían las aves saltando entre las ramas, causando la agitación de los árboles. Tropezó y al caer se percató de que estaba en un claro, en el que algo o alguien se había tomado la molestia de apilar rocas; al ponerse de pie, pudo observar que aquellos montículos en forma conjunta parecían formar un espiral, mismo que remataba al centro con una piedra como si de un huevo gigante se tratara. Miró con atención y descubrió que la piedra tenía grabados por todo alrededor, las aves se habían quedado en completo silencio mirándola con fijeza. De pronto algo le oscureció la vista y unas manos la sujetaron por el cuello de tal forma que perdió el conocimiento.
Para cuando despertó estaba atada sobre una pila de rocas al inicio de la espiral, las voces le llamaron nuevamente y pudo distinguir figuras mezcla de humano con ave a su alrededor. —No temas, Renée, el espíritu del bosque te ha elegido. Nosotros somos sus guardianes que durante incontables años han mantenido este rincón libre de la indeseable presencia humana y gracias a ti podremos continuar con nuestra labor. Ocasionalmente, el bosque permite que alguien se quede cerca por una breve temporada y al final le tomamos para que descanse como parte de él. Es momento de dejar atrás a ese cuerpo tuyo y volver a la naturaleza para ser parte de algo más grande. Haremos esto de la mejor forma posible para todos. Renée no podía reaccionar, aquel ser con cabeza de ave y plumas naciendo de sus brazos le estaba hablando, quería pensar que todo aquello era un mal sueño y de un momento a otro terminaría, pero sabía que no era así. Todo estaba pasando realmente y más rápido de lo que lo podía procesar. —No tengas miedo —dijo el hombre ave acercándose a ella—, te prometo que no te dolerá. El bosque será quien decida qué pasará contigo, algunos de nosotros un día estuvimos en tu lugar, confía en él. Algo en el tono de su voz la tranquilizó. —Renée, ¿Tienes miedo? —preguntó. —Tengo mucho miedo, ¿Qué pasará con mi familia? —Nosotros seremos tu familia ahora. Tus padres encontrarán consuelo en un tiempo, estarán bien. —¿Qué pasará si no quiero hacer esto? Quiero regresar, no me necesitan. —El bosque no se equivoca, Renée. Si te ha elegido tiene sus motivos y no te dejará ir. No se trata de tomar tu vida, eso pudimos hacerlo desde antes. Ahora escucha, te vamos a desatar, debes mantener la calma y sobre todo, no trates de huir —el énfasis en esa última instrucción tenía un tono de advertencia. —¿Qué pasará si me voy? —Ya no puedes abandonar la zona sagrada, nosotros no permitiremos que te vayas y si no es por voluntad propia igualmente tomaremos tu vida porque ese es el deseo del bosque. La diferencia será la forma. Te lo he dicho ya, puedes confiar en mí cuando te aseguro que no sufrirás siempre y cuando decidas cooperar. —¿Cómo sé que realmente puedo confiar en ti? —¿No habría sido más sencillo matarte desde el principio? —Supongo que pudieron hacerlo. —La elección es tuya, pero no tienes tanto tiempo —el hombre ave le acarició el rostro con un aire casi paternal— el ocaso marca la hora. —Lo voy a hacer —respondió Renée dejando ver su nerviosismo. —Sabía que tomarías la mejor decisión. Ahora te vamos a desatar, ten en mente en todo momento que tu vida ya le pertenece al bosque y que si intentas escapar lo vamos a impedir sin piedad alguna. —Tengo miedo, pero no voy a escapar. La desataron y ella cumplió su promesa. —Bebe esto —dijo el hombre ave— es hora de comenzar a prepararte. La bebida tenía un aspecto lechoso y desprendía un aroma dulzón, mientras la tomaba la gente ave se acercó a ella, la coronaron de flores y la desnudaron. Más allá del círculo podía escuchar a las aves haciendo algo que parecía una oración en un idioma desconocido. El monolito brillaba y ella se sentía ligeramente embriagada, el brillo parecía llamarle, la gente ave la guiaba con suavidad hacia la roca, hasta que estuvo tan cerca que pudo colocar la palma de su mano sobre ella. Un calor inexplicable recorrió su cuerpo en un instante, todo a su alrededor desapareció dejando que flotara en una oscuridad casi total, Sintió su cuerpo cambiar, encogerse, estirarse, expandirse cada vez más, sin que esto le causara ninguna clase de dolor. Su conciencia se fue apagando, la oscuridad creció y sintió su cuerpo dispersarse en todas las direcciones de forma inevitable. Por la mañana, el sol que se colaba entre las hojas la despertó. Miró alrededor suyo y notó que las aves la miraban, extendió las alas y voló, con tal naturalidad, que parecía que lo había hecho así toda su vida.