domingo, 30 de octubre de 2011

El espejo

Aquella casa era todo, todo por cuanto había luchado, era el símbolo de su nueva vida. Era un lugar amplio y Valeria se preguntaba qué haría con tanto espacio, tenía pocos muebles, apenas los suficientes para dar la vaga idea de una sala o la cocina. Su recámara era casi perfecta, muy bien iluminada, podría haber dicho que no faltaba ni sobraba, de no haber sido por ese horrendo espejo que estaba ahí, desde que llegó a la casa. Como era de cuerpo entero lo dejó en su cuarto, aunque no le terminaba de agradar.

Las primeras noches tuvo problemas para conciliar el sueño, después de todo, no estaba acostumbrada a los sonidos de una casa, al menos, no en completa soledad, un rechinido, un crujir de madera, un ligero golpecillo, en fin, una gama interminable de ruidos salidos de quién sabe dónde. Tardo cerca de una semana en "acostumbrarse" a esa clase de ruidos, más bien, aprendió a ignorarlos casi por completo.

Todo transcurría con normalidad, llevaba ya tres meses en aquel sitio, cuando decidió hacerle unos arreglos, una mano de pintura aquí, otro poco allá y luciría mucho mejor. Justo un día antes, un aguacero la tomó desprevenida y el sábado que comenzaría su labor tuvo que dedicarlo al reposo. Justo ese día, la paz que había conquistado se vería interrumpida...

Desde la mañana del sábado, el cielo venía anunciando una tormenta, como la del día anterior. Grises nubarrones hacían la invitación a quedarse en casa. "¡Cómo sea!" Pensó Valeria, hacía años que no se enfermaba y al no tener preocupaciones de por medio, decidió quedarse todo el día en casa. Tal como se encontraba, el ir de su cuarto a la cocina y de vuelta era toda una hazaña. Cayó en un profundo sueño, que sólo se vio interrumpido por la sensación de hambre, para entonces la oscuridad se había derramado sobre la ciudad y una silenciosa fiebre se apoderaba de su cuerpo. Se preparó un té y comió una pera. Encendió el televisor, pero una vez más el sueño la venció. La fiebre iba en aumento y con ella las visiones que se presentaban en el sueño. De pronto tenía cinco años y era testigo de como moría atropellado su perro; volvía a esa Navidad, que terminó con una pelea entre su hermano y su padre. De pronto, oscuridad, un lejano sonido de pasos, oscuridad y el sonido de unos pasos, más fuerte, más cerca, ¡En su cuarto!
Abrió los ojos y con una tenue luz colándose por la ventan miró alrededor, nada... se dispuso a dormir de nuevo, súbitamente abrió los ojos y miró directamente sobre su cama, quedó paralizada al darse cuenta de que una mujer se encontraba de pie en el techo, parada como si la casa estuviera invertida, la mujer comenzó a andar, de ahí el sonido de los pasos, rápidamente se cubrió la cara, a tientas encendió la luz, volvió a mirar, pero... nada había ya sobre su cabeza. "Seguía muy dormida" se dijo, aunque era más un intento de convencerse de que aquella visión no fue real, lo cierto es que nunca lo sabría. Pasó el resto de la noche con la luz encendida. La mañana del domingo transcurrió con relativa calma, lo cierto es que comenzaba a sentirse observada e intranquila en su propia casa, a fuerza de pastillas, había controlado el malestar, lo cual le aseguraba un mejor descanso. miraba el televisor, eran cerca de las diez cuando decidió dormir, recorrió la casa, sólo para sentirse más tranquila, necesitaba tener la certeza de estar sola. Apagó la televisión, la luz, se cubrió y cerró los ojos, habían transcurrido ya varias horas de placentero sueño, pero nuevamente sintió la inquietud que una noche antes le había provocado el encuentro con esa extraña visión.Nuevamente despertó, con miedo miró de nuevo al techo, pero no encontró nada, justo cuando creía que no era nada, notó que justo frente a su cama estaba el espejo y en él la misma figura de la noche anterior, sólo que mirándola fijamente. Encendió la luz, no logró dormir el resto de la noche. Por la mañana llamo al trabajo, no se sentía en condiciones para trabajar. Durmió hasta medio día, cuando por fin se levantó, decidió llevarse el espejo a una habitación que hasta entonces permanecía vacía. Lo dejó ahí y lo cubrió con una sábana.
La calma llegaba de nuevo, así la semana transcurrió con normalidad. Con todo no se libraba de cierta inquietud que sentía cuando la noche la encontraba sola en casa. El jueves llegó más tarde de lo acostumbrado, demasiado trabajo, sólo quería dormir y olvidarse de todo al menos unas horas. Entró a su cuarto y decidió darse un baño para relajarse, pero al salir unas ganas de huir se apoderaron de ella, al ver el espejo que días entes había sacado, justo frente a ella. "No, no, no, no es posible, debe ser una broma, no,no, no" Repetía con la poca voz que dejaba salir el nudo que se había formado en su garganta, no comprendía cómo o por qué el espejo había llegado a ese sitio. Sentía que de un momento a otro enloquecería. Cerró los ojos, respiró profundo, decidió sacar aquel objeto por segunda vez de su habitación. Esta vez cerró con llave la habitación donde guardara el espejo. Se encerró con llave también y tomó un par de pastillas que la ayudarían a conciliar el sueño, esta vez realmente deseaba olvidarse de todo. Durmió profundamente, sin sueños ni pesadillas, sin ruidos. Al despertar se dijo a sí misma que nunca había pasado una noche tan tranquila, desde que llegó a esa casa, como aquella. Ese día en particular sentía entusiasmo, ya que se reuniría con una amiga a la que no había visto desde hacía varios meses.

Después de un largo día, se encontró con su amiga en un bar, que frecuentaban cuando eran más jóvenes, poco a poco la gente se hacía menos. La noche discurría entre copas y palabras, pero Valeria sólo se sentía ebria de felicidad, su amiga era como una hermana y saber que se encontraba bien la llenaba de alegría. Se hacía tarde, se despidieron dejando la promesa de una próxima vez.

Llegó a su casa rendida, pero feliz, entró a su cuarto y lo que encontró le heló la sangre y su conciencia, medio disuelta en alcohol, se agolpó de pronto en su cabeza: ¡El espejo estaba ahí! En un violento movimiento tomó cuanto objeto tenía a la mano y lo lanzó directo al espejo, una y otra vez, hasta que no tuvo más que arrojar, pero en el espejo apenas se veía una fisura por la que brotaba un débil hilillo de sangre.

Haciendo acopio de valor tomó el espejo y decidió sacarlo de la casa; conforme avanzaba el espejo se fracturaba, cientos de fragmentos cobraban vida y se unían para formar una siniestra garra que la tomaba por el brazo y lentamente comenzaba a hundirse en su piel. El dolor calaba profundamente, pero no quería volver a ver ese objeto, dio tres pasos más y notó que comenzaba a dibujarse un rastro de sangre, su sangre, sin importar nada siguió avanzando, sintió aquel dolor en su brazo cada vez más profundo, el peso del espejo cada vez fue mayor, hasta hacerle imposible moverlo un centímetro más. Con un grito ahogado se apartó del espejo y se refugió en su cuarto, llorando hasta quedarse dormida, despertó horas más tarde, el dolor en el brazo era insoportable, sus sábanas estaban manchadas, el piso estaba manchado, aquello no había sido un sueño y eso la horrorizaba, no había forma de escapar, lo que se suponía debía ser su refugio se convirtió en su infierno personal.

¿Había enloquecido? Sólo sabía que cada vez que intentaba huir, el trayecto hacia la puerta se hacía cada vez más largo, sin importar cuánto corriera, la puerta era inalcanzable. Perdió la noción del tiempo, parecía que en esa casa se había instalado una noche perpetua. Se sentía débil, desesperada, aletargada, de pronto un ruido en particular la hizo ponerse alerta, comenzó a escuchar un llanto tan desgarrador que sintió compasión, recordó que algunas ocasiones esos "seres" sólo necesitan ayuda para cumplir con sus pendientes y tener así descanso eterno, según le dijeron alguna vez. Despacio se fue moviendo, un poco por miedo, otro poco porque su cuerpo apenas lograba sostenerse, pero la esperanza de al fin acabar con su martirio, la motivaba. El espejo estaba en la habitación vacía, el llanto provenía de ahí, Valeria entró y observó a aquella mujer en el espejo, las miradas se encontraron y Valeria logró percibir un gran dolor. Aquellos ojos fantasmales estaban habitados por la más profunda de las tristezas, Valeria se sintió conmovida, avanzó hacia ese ser que la miraba con ojos suplicantes. Avanzó hasta estar de frente a ella, pero la mujer en el espejo agachó la vista, se cubrió la cara con las manos, "Te quiero ayudar" dijo, con voz apenas audible, pero por respuesta obtuvo un sollozo. "Dime que necesitas" Insistió, pero la figura susurró algo débilmente, Valeria se acercó más, un poco más, hasta sentir el frío del cristal contra su piel. "¡Estúpida!" le gritó aquella mujer al tiempo que se descubría revelando sus demoniacas facciones. Valeria intentó huir, pero su debilidad no le permitió moverse. Aquella figura le tomó por los brazos, el corazón de Valeria latía con fuerza y muy rápido. El rostro de aquella figura se transformaba otra vez, Valeria quedó horrorizada al reconocer en aquel rostro a la mujer que le había alquilado la casa... Aquel ser acercó su boca a la de Valeria y en un macabro beso le arrancó la vida.

Encontraron el cuerpo, o lo que de él quedaba, un par de días después, la versión oficial hablaba de suicidio, para los vecinos Valeria fue otra víctima más de aquella casa, que según contaban siempre las elegía jóvenes y solteras.