sábado, 30 de octubre de 2010

El loco.

-¡A la chingada pues!- dijo y arrojó la colilla del cigarro, ésta cayó con precisión justo a un lado del cesto.
-A la chingada- se repitió entre dientes, como si temiera ser escuchado-Güey: ahí te dejo-Al tiempo puso sobre la mesa un billete tan arrugado que apenas lo parecía.
Parecía caminar sin rumbo, como aquel que no sabe a dónde ir pero lleva la seguridad en el paso. Pasó varias veces por el mismo lugar, incluso imaginó que los mareados eran los árboles del camino.
"A la chingada" se dijo ahora mentalmente.
-No, no es que yo quiera. Es ese puto del Félix ¡A huevo!, ese pendejo, si no'más veía yo como desde bien chavitos se echaba unas miradotas a mi carnala... Me cae, pinche Félix, te pasaste..- susurraba al tiempo limpió una lágrima que se asomó en sus ojos- ¡Pinche Gabriela! Ramera barata, ¡nel! barata... pinche "nalgas-prontas" ¡Pendeja tu también!. No, no es que yo quiera- se dijo y respiró hondo -así, sólo así podremos arreglar las cosas... ¡A la chingada!- Se dijo de nuevo.
Sintió como calaba el frío a esas horas de la noche, se subió el cierre de la chamarra, aunque no hizo mucha diferencia.
De aquel lugar: "lonchería de día, bar de mala muerte en la noche" a la vecindad sólo había unas cuantas cuadras.
Rubén caminaba lentamente, frotándose las manos y sintiendo cómo se le erizaba la piel, no sabía si por frío o de la excitación nerviosa. Cada paso que daba sentía más y más fuerte el latido de su corazón.
Llegó a la vecindad, una de las famosas "marraneras" de la Martín Carrera. Nunca, nadie que no tuviera motivos, entraba ahí. La ropa que colgaba de los tendederos proyectaba sombras fantasmales, hacía un par de horas que la luna iluminaba desde su punto más alto. Aún parpadeaban en las ventanas algunos destellos inconfundibles del televisor encendido. De manera clandestina llegó a él el murmullo del amor, inaudible a otras horas, sumamente notorio en ese momento.
Rubén siguió andando por el patio, alargado como pasillo, tan característico de las vecindades del rumbo. Subió una escalera tan descuidada, que de no ser porque otras ocasiones la había recorrido, habría tropezado.



-Interior doce...-murmuró. Se acercó lentamente a la puerta, sólo para descubrir que el dueto que interpretaba los sonidos del amor era el que ocupaba aquel cuarto de vecindad. Fue presa de la rabia y con el puño comenzó a golpear la puerta.
Gabriela! ¡Gabriela! ¡Sal, maldita perra!-Gritaba Rubén fuera de sí.
-¡Pinche Rubén!- Se oyó un grito igualmente furioso desde el interior-¿Qué chingados quieres aquí? ¡Lárgate cabrón!- le dijo ella al abrir la puerta.
-¡Maldita!- Respondió él al tiempo que le daba un golpe en la cara.
El impacto derribó a la mujer, Rubén aprovechó el momento y siguió golpeándola con crueldad, mientras vociferaba:
-¡Por tu culpa mi mamá está muerta, cabrona! Te largaste así: sin pensarlo, sin avisar, poco te importó dejar a mi madre... y ella tan enferma, tan... tan ... angustiada. ¡Yo la vi morir! ¡y sus últimas palabras fueron preguntando por ! - Rubén sentía una rabia incontenible.
-Pero a , pendeja, no te dolió ¡Te importó más tu calentura! Mientras: mi madre se moría- Rompió en llanto.
Gabriela se incorporó como le fue posible. Aquella lluvia de golpes había sido inclemente, a tientas buscó asir lo que fuera, pronto sus dedos rozaron un vaso sobre la mesa, logró sujetarlo y torpemente lo estrelló en la cabeza de Rubén. Éste se apartó doliéndose por el golpe.
Ayúdame pendejo! ¡Cabrón, que mi hermano me quiere matar!-Gritó ella dirigiendo la voz hacía la puerta que conducía al cuarto contiguo.
-Ya te chingaste Gabriela...- Dijo Rubén al tiempo que comprobó que sangraba la herida hecha por el vaso. Del piso recogió el trozo más grande del vaso que le había herido y se acercó rápida y amenazadoramente a su hermana. Gabriela abrió desmesuradamente los ojos.
-¡No Rubén!... estás loco... no, Rubén... hermano ¡Por favor!... ¡No Rubén!- De nada le valió el tono suplicante de Gabriela, el horror reflejado en su rostro no conmovió a Rubén, quien se le fué encima, clavando aquél trozo de vidrio directo en el cuello de su hermana.
-¡Tú te lo buscaste! ¡Maldita zorra! ¡Maldita, maldita!
Si alguien lo hubiera visto en ese momento habría jurado que estaba poseído, que ese no era Rubén o al menos no se portaba como él. Pero sí era, él, quien cruelmente clavaba repetidamente aquel fragmento de vidrio en el cuello de la mujer, mezclando la sangre que manaba de las heridas en el cuello, con las hechas contra la mano que sostenía la improvisada arma.
Gabriela no se movió más, pero la furia en el corazón de Rubén era un fuego en su punto más violento y le quemaba por dentro. En un movimiento veloz tomo un cuchillo de la cocina y entró en la otra habitación.
-Y tú: ¿Qué? ¿No que muy chingón? Pinche puto... No tuviste los huevos suficientes para defenderla..-
Hablaba dirigiéndose a "alguien" que cual niño se resguardaba bajo la sábana.
-Pinche puto... -Dijo y al tiempo empuñó el cuchillo, se fue sobre el hombre que se escondía. Desquitó su ira, calmó su sed de venganza. Respiraba agitadamente, se sentía débil, las heridas que sufrió al tiempo que atacaba a su hermana le habían hecho perder sangre. Fue como si algo o alguien le hubiese abofeteado: se miró las manos llenas de sangre, corrió a la otra habitación y miró el cuerpo de su hermana a quien casi le desprende la cabeza por su saña, fue como si despertara.
-¿Qué hice? Gabriela, ¿Qué hice?- Pronto pasó de la ira al terror, al arrepentimiento.
Las manos paseaban ansiosas por su cabellera, miraba lleno de pánico de un lado a otro temiendo que alguien entrara de un momento a otro. La debilidad física y de espíritu hicieron mella en él, sin saber cómo actuar en aquellos momentos. Víctima de la culpa y la deseperación tratando de huir de la realidad terminó colgándose de la regadera.



* * *



Félix notó el alboroto al llegar a la vecindad, nada fuera de lo común pensaba.
-Yo escuché los gritos, vecina. ¡Ay! pero... es... es... que no creí... ¡Ay, Félix!- Se dirigió a él Doña Alejandra, una de las vecinas con las que más trato tenía.
Doña Alejandra temblaba, tenía la mirada perdida, encontraba visiblemente perturbada.
-¡Ay, Félix! Félix...- Repetía ella como fuera de sí, llorando, histérica- Yo oí los gritos... ¡Ay, Félix! ¡Félix!....
Alarmado corrió al interior de su casa, el corazón le dio un vuelco al encontrar a su mujer con el cuello destrozado, tirada en un charco de sangre. No podía creer lo que veía: Gabriela, quien había sido el amor de su vida, yacía en el piso de su casa muerta: asesinada. Sintió que la fuerza lo abandonaba, con las manos apoyándose en la pared entró a su cuarto; los ojos casi se le salieron de sus órbitas al encontrar la cama ensangrentada y bajo la sábana un cuerpo. Una mezcla de rabia, miedo y angustia se le agolpó en el pecho. Bruscamente levantó la sábana, para descubrir que el cuerpo bajo ella era el de Nestor, quien hasta entonces fuera su mejor amigo.

No lograba comprender nada: Gabriela asesinada; Nestor: su amigo, muerto en su cama.

-Eran... amantes...- la náusea lo invadió, corrió al baño, vomitó violentamente. Cuando alivió el impulso, un escalofrío le recorrió el cuerpo al descubrir a su cuñado colgado en la regadera.

Nada tenía sentido, no podía, no quería reconocer la verdad, pero muy dentro de sí sabía lo que había sucedido. Sintió que la razón lo abandonaba...



* * *



-Dicen que en el doce, un día, un güey se volvió loco- Comentaba un muchacho a los vecinos llegados.- Que un día llegó y encontró a su vieja muerta y en su cama a otro cabrón, muerto también. Dicen que los mató el cuñado, que al pendejo de la cama lo mató pensando que era el esposo de su hermana, que nunca se enteró que al que se había chingado era al amante de su carnala, dicen que luego se colgó en el baño... Y cuando llegó el otro cabrón nadie le advirtió, entonces el pendejo se metió a la casa y ¡Zaz! que los encontró a todos muertos, dicen que no pudo con eso y por eso se volvió loco...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Retomando el camino.

Algunas veces sucede que el miedo nos detiene, eso me había pasado, es por eso que este espacio estaba muuuuy descuidado, casi en el olvido. Pero he vuelto, luego de desempolvar algunas ideas, que aún están tomando forma y sobre todo retomar el aliento, estoy de vuelta, les prometo trabajar más seguido en este espacio y compartirlo con ustedes. Espero sus opiniones y sugerencias, prometo tomarlas en cuenta. Un saludo muy afectuoso.