sábado, 27 de junio de 2020

Retratos de un sábado por la noche

La música que brota desde un rincón de mi habitación me hiere. Sus suaves y afiladas notas inundan el aire, entran por mis oídos y se clavan en mi alma como cientos de anzuelos jalando en diferentes direcciones. Me estremezco. Quizá es la embriaguez.
No debería beber a estas horas, este día. Simplemente no debería. Las luces de los autos al circular por la calle  iluminan de forma intermitente la habitación y por momentos imitan el dorado tono del atardecer, pienso que es curioso, porque justo así he dejado pasar los días. Ese suave compás, apenas es una leve vibración y siento que puede hacerme llorar. Lloro, tiemblo un poco. En definitiva, no debería beber. «¡Cállate, Chet!» grité justo antes de arrancar la radio y lanzarla al otro extremo.Silencio. 

***

Llueve, afuera hace frío y llueve.

No pienso que haga más frío que aquí dentro. Tu abandono duele en todo el cuerpo, en mis ganas de romper con el mundo.

A través del cristal empañado miro las pocas luces que aún quedan encendidas en los edificios vecinos, «¿Piensas en mí?» Pregunto y no obtengo respuesta. Justo ahora nadie mira y a pesar del frío tengo el torso desnudo; al mirar por la ventana mis pezones rozan el vidrio y tengo una extraña sensación, la memoria me trae escenas de cuando con tus manos encendías mi piel, cuando iluminabas la noche con tus besos ¿Recuerdas?

Cierro las cortinas y me quedo a oscuras, rumiando recuerdos. Será otro largo insomnio.