domingo, 2 de junio de 2019

Cartas

—¿La trajiste? —fue la pregunta con la que lo recibió en la reunión una chica de cabello ensortijado.
—¡Obvio! —respondió él, guiñando el ojo.
—Sabía que podíamos contar contigo, niño bonito —dijo acariciando la rubia cabellera del muchacho.
—Sólo dime Rol.
—De acuerdo, niño serio.


Se sonrieron.

Era la tercera reunión del grupo, como habían acordado, un lugar distinto cada vez y siempre tan apartado como fuera posible; la de esa noche se llevaba a cabo en un restaurante abandonado a la orilla de una carretera escasamente transitada.

Oscurecía y el pequeño grupo había encendido velas por todo el lugar, por momentos la charla se tornaba más animada.

—Recuerden las reglas: todos los teléfonos deben estar apagados, no se toman fotografías, no se habla de esto con nadie. Debemos evitar todo rastro de nuestra presencia en este lugar. Si un día no estoy para recordarles esto, ¿Qué harán? Es de suma importancia que no lo olviden —dijo la joven de cabello rizado, su experiencia con el grupo era notoria y le confería cierto aire de autoridad.

El ambiente tenía algo de festivo y tenso a la vez.

—¡Escuchen, muchachos! Si alguien desea, tenemos algo de comida y café en la camioneta roja que está afuera. No olviden levantar toda la basura antes de retirarse —anunció un muchacho alto y corpulento.

Eran quince muchachos en total.

—Estás muy seria, Mona. ¿Qué piensas? —dijo un chico de cabello largo a la morena de cabello crespo— El grupo está creciendo, así nunca voy a ganar. No los culpo por unirse, pero no me encanta.
—Te entiendo, al menos eso creo. No desesperes, la suerte llega cualquier día y entonces las cosas se darán mejor de lo que creías. ¿Quieres un cigarro?
—No, claro que no. Alfredo, tú tampoco deberías fumar aquí.
—Está bien —respondió él devolviendo la cajetilla al bolsillo de la chamarra— ¿Crees que debemos de dejar de aceptar integrantes?
—Al menos un tiempo. Hay que mantener nuestro asunto de forma discreta. La verdad me pone algo nerviosa tener gente nueva.
—Te entiendo, la presencia de gente de la que poco sabemos pone en riesgo todo.

Dentro del lugar,se habían formado de tres grupos, uno destacaba porque todos los que en él charlaban lucían algo atribulados.

—¿Cómo llegaste al grupo? ¿Quién te trajo? ¿Cómo supiste de nosotros?  —preguntó una de las chicas a otra de ojos llorosos.
—Me contó Manuel.
—¿Manuel?
—Sí, deben recordarlo, él ganó la última vez.
—Acá lo conocimos más por José. Ahora vienes a ocupar su lugar o algo así, ¿No?
—Tengo esperanza.
—Como todos aquí, justo como todos. Pero dime, ¿Cuál es tu motivación?
—Siempre me he sentido una pieza fuera de lugar, sin propósito en la vida. Veo que muchos compartimos el mismo sentimiento aquí. Al terminar la reunión me iré a casa con más tranquilidad, sabiendo que se puede salir de esto, que cuento con ustedes.

Ambas chicas se abrazaron en un gesto sincero. En cada evento se repetían escenas similares, todos mostraban apoyo mutuo y una profunda empatía con los demás.

—¿Qué hora es? —preguntó Mona a Alfredo.
—Nueve y media.
—Es hora —dijo ella dirigiendo sus pasos al interior.

Alfredo no dijo nada, sólo asintió y la siguió.

—Nos acercamos al momento crucial de la noche, el motivo por el que todos estamos aquí. Antes de continuar, les reitero que es vital no contaminar este y ningún sitio en el que nos encontremos —se dirigió Mona al grupo entero.

Rápidamente el grupo hizo una breve limpieza, luego de lo cual se dispusieron a continuar.

—¡Es hora! Damas y caballeros, cartas sobre la mesa. Recuerden, sólo seis participantes —intervino Alfredo.

Algunos miraban expectantes a los demás, otros comenzaron a buscan en sus bolsillos, pronto sobre la mesa hubo seis cartas.

—¿Nos ayudarías, Mona?

Ella asintió, una a una fue revisando las cartas.

—Todo está en orden, podemos continuar —declaró ella.
—Bien —respondió para luego subir la voz de modo que todos lo escucharan —. Aquellos que así lo deseen pueden salir, nadie está obligado a permanecer aquí e incluso pueden ir a casa, estaremos dando aviso de dónde será la siguiente reunión próximamente. La mecánica será la misma, vamos a crear un perfil de Facebook y a través de él les haremos llegar la información pertinente.

De los quince jóvenes, cuatro decidieron esperar afuera.

—¿Están listos? —preguntó Alfredo a los seis participantes.
—Sí —respondieron al unísono.
—De acuerdo, comencemos —dijo y enfundó las manos en un par de guantes de piel— Mona, ¿Quién…?
—Yo la tengo —respondió Rol adivinando la pregunta—, aquí tienes —dijo y entregó un arma a Alfredo.

El arma fue revisada, comprobaron que el tambor alojaba sólo una bala.

—¿Ya decidieron en qué parte lo harán? ¿Quién jalará el gatillo primero?
—Lo haremos aquí mismo, empezamos de la persona más joven al mayor de nosotros.
—¿Todos están de acuerdo?
—Sí —contestaron a un tiempo.
—Está bien, ¿Quién empieza?

Una chica delgada, conocida como «Lluvia», sin decir nada se acercó y tomó el arma, se sentó en flor de loto con la espalda contra el muro, cerró los ojos dejando caer un par de lágrimas, apoyó el cañón en su sien y disparó. Un gesto de decepción cruzó su rostro en el instante pues la bala no sería para ella, al menos esa noche.

—Ánimo, en algún momento tendremos suerte —la consoló Mona.

Víctor fue el siguiente, sus manos temblorosas tomaron el arma. De pie al centro del lugar accionó el gatillo y no hubo detonación, dejó escapar un aliviado suspiro, tomó su carta y salió a toda velocidad.

—Clásico, o confirmas lo mucho que lo deseas o decides darle una nueva oportunidad a la vida, ¿No, Mona?
—Supongo, dudo mucho que vuelva. Víctor siempre me pareció un poco fuera de lugar aquí. Creo que buscará su camino lejos de esto.

Dos chicas más lo intentaron mientras Mona y Alfredo hablaban, pero sin suerte.

—Bien, esto está entre Rol y Patricia —Anuncio Mona.
—Primero las damas —dijo Rol acercando el revólver a una chica de mirada distante.

Patricia tomó su tiempo, en silencio, sopesó el arma, evaluó distintas posiciones. Al final decidió, igual que Lluvia, recargarse en la pared. Sonrió un momento antes de disparar. «Click» fue todo el sonido que obtuvo. Abrió los ojos como plato y luego su expresión se transformó en ira. Salió sin decir nada. Nadie sabía, pero su inalterable plan era quitarse la vida esa misma noche, ya fuera de una u otra manera. A ella la encontrarían una semana después, colgando de la rama de un árbol.
—¿Qué les parece? ¡El premio mayor! —Exclamó Rol, con satisfacción.
—Suerte de novato —contestó Alfredo—, bien, ¿Qué deseas que hagamos?
—Salgan de aquí, no quiero hacerlo con sus miradas encima. Por favor, no se ofendan.
—De acuerdo —contestó Mona—, sólo danos un momento para rectificar que todo esté en orden.

Así lo hicieron, pronto habían terminado de retirar los objetos llevados por ellos, de ese modo trataban de mantener, al menos por algún tiempo, a la policía lejos de sus asuntos.
Al salir, algunos se despedían de Rol con una palmada en el hombro; otros, los menos,  salían en silencio y sin mirarlo.

—Chicos por hoy hemos terminado, recuerden que haremos un perfil de Facebook para mantenerlos al tanto de la siguiente reunión —dijo Mona.

Ni bien había terminado de hablar, se escuchó la detonación desde dentro del lugar. Nadie dijo más, se marcharon como si hubiera terminado una fiesta cualquiera más.

1 comentario:

valentyncail dijo...

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