martes, 9 de noviembre de 2010

Para ella.

El texto a continuación nació el domingo pasado, de un golpe de realidad, fue escrito con lágrimas y en él dejo una parte de mi corazón. No es un cuento, no es una carta, no es una reflexión o quizá es todo a la vez...

Ella: por quien en este momento quisiera arrancarme el corazón, al no poder decirle ya lo mucho que la amaba...
Amaba profundamente las nubes que le cruzaban por la piel y los años que entre las arrugas se escondían; amaba los rayos de luna que entre sus cabellos quedaron atrapados...
Amaba su figura regordeta y su rostro amable, siempre dispuesto a brindar una sonrisa...
Amaba sus ojos, esos ojos, opacados levemente por el paso de los años y las penas...
Amaba su fortaleza. Ella, quien vió morir a su esposo y se encargó sola de sus hijos. Amaba... ¡Dios, cuanto amaba a aquella mujer! ¡Porque yo la ví el día que su hija murió! ¡Y la vi ahí con su calma, su resignación! ¡Yo la ví sufriendo y encarar al mundo con la frente en alto!
Yo la ví cuando llegaron las vecinas y le preguntaban. Y la ví responderles con aplomo:-Mi hija se murió, la estoy velando.
Y sufrí con ella, pero nada pude hacer, ¡Nada pude decir!
Ni siquiera que la amaba...
Yo la amaba y amaba cada rincón de su casa, porque todo en aquel sitio estaba impregnado de su esencia. Amaba su cama, que para mí siempre fue la cama más alta, amaba el aroma dulzón con el que la casa nos recibía y amaba las flores de vidrio en su mesita de centro y esos frascos con caracoles y conchas marinas en la ventana de la cocina. Amaba su jardín, compuesto de innumerables macetas. Porque todo era ella: era la paz que se respiraba en aquella casa, era consuelo, era ejemplo, pero por sobre todas las cosas: ERA AMOR.
Luego vinieron el tiempo y la distancia, yo dejé que mis días se llenaran de "después", hasta que el destino me arrebató la oportunidad...
Y ella murió. Y me lo dijeron pero, incluso en el momento de la despedida, estuve ausente.
Ella murió. Me lo dijeron. Es sólo que tardé mucho en comprender...
Y podré escribir mil lineas, pero ahora ella se me ha vuelto estrella y está lejos de mí...
Sólo puedo repetir: ¡cuánto la amaba!...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Isabel, gran mensaje de amor el que compartes con quienes te leemos, un amor que allí estaba y está, un amor que [sin saberlo tú o nosotros] tal vez fue percibido por quien se amaba y se ama, un amor que vivió en el tiempo del "después" y que, a pesar de ello, aquí está, un amor, que seguramente su tiempo, a partir del domingo, es el "hoy".
Abrazos Isabel.

Andrés dijo...

No recuerdo si te dije ya que no hay mejor nombre para este blog que el que, atinadame y orgullosamente porta.
Es conmovedor la manera en que, con palabras y tiempo y muchas cosas que, sencillamente no puedo o no me atrevo a nombrar, abres, haces de este asomo no sólo a un infinito externo, sino a ese infinito personal que encierra la artesana de palabras.
Bendita la persinificación del amor y el recuerdo y la pregunta y su respuesta.
Gracias

Azhün.. dijo...

Realmente.. infinito.