sábado, 24 de enero de 2015

Antinatural

Fabián pasó un día sobre una plancha de acero hasta que su familia acudió a confirmar su identidad.

Los preparativos fueron rápidos, la familia pronto se reunió en ese sombrío lugar.

Ofelia llegó acompañada por su madre, el ambiente era tenso, la tristeza era palpable en cada rincón. Trataba, sin éxito, de entender por qué las cosas eran así. Fabián era su amigo desde hacía tres años, había un largo camino por recorrer y sin embargo ahora tendría que hacerlo sola.

No entendía...

Miraba a su madre hablar con la mamá de Fabián, abrazarla, intentar consolarla.

Alguien dijo por lo bajo "Deberíamos cerrar la tapa" mientras señalaba discretamente el ataúd.

-¡Déjenlo así!- gritó la mamá de Fabián- a él nunca le gustó la oscuridad, él nunca... - Pero el llanto se apoderó de ella, sus rodillas no lograron sostenerla.

Ofelia miraba callada, sabía que estaban ahí para despedirse, sabía que no es fácil despedirse de alguien que uno quiere, más aún cuando la despedida es para siempre.

Las caras mostraban cansancio y dolor. El tiempo transcurría lento, aplastando con todo su peso a los ahí presentes. Todos sabían que el momento estaba cada vez más cerca, un adiós coronado de flores.

La camioneta llegó, era tiempo de dejar ir a Fabián, de acompañarlo al sitio donde había de descansar. Uno a uno se fueron acercando para guardar una última y dolorosa estampa. Ofelia tomó la mano de su madre para sentirse protegida, su madre quiso frenar su marcha pero Ofelia insistió en avanzar.

Un paso, el corazón latía fuerte. Dos pasos, los nervios se apoderaron de ella. Tres pasos, cuatro pasos...

Llegó a un costado del féretro, posó un momento su mirada, un breve momento, casi lleno de arrepentimiento. Miró el cuerpo de su amigo, muy a pesar del maquillaje se apreciaban los golpes, el rostro maltratado.

Se cerró la tapa. Fabián emprendía un viaje sin retorno dentro de una caja de madera. Dos días antes un borracho lo había atropellado y dejado a su suerte, pasó todo un día sobre una plancha de acero.

El ataúd bajó, la tierra fue cubriéndolo poco a poco.

-¡Un niño no debería morir!-Dijo Ofelia mientras le ahogaba el llanto y abrazaba a su madre.

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