domingo, 14 de abril de 2019

Self storage

—Firme sobre la línea punteada —dijo la señorita del otro lado del escritorio— una vez concluido el papeleo podremos programar el procedimiento. Dado que no es común que una persona que goza de plena salud y su posición económica solicite nuestros servicios y aún habiendo pasado por las pruebas psicológicas, el protocolo exige que se le pregunte antes de concluir el registro, ¿Es su deseo libre, informado y consciente someterse al procedimiento?
—Sí —respondió un hombre no mayor a treinta años.
—De acuerdo, le dejaré un momento a solas para que pueda revisar el contrato.

Rodrigo se quedó en la blanquísima oficina, contemplando el juego de documentos frente a sí. Leyó y releyó, estaba seguro de la decisión que había tomado a pesar de la opinión de su familia. El hacinamiento, la contaminación, la carencia de recursos y la disminución generalizada de la calidad de vida le hacían pensar que en algún punto sería insostenible la situación y él no quería estar ahí para ver el colapso.

El único objeto de color era el reloj de pared, la carátula naranja marcaba las tres de la tarde con treinta minutos cuando Silvana —supo su nombre por la identificación que llevaba al pecho— volvió a entrar.

—¿Todo en orden?
—Sí, claro, todo bien —contestó él intentando disimular su leve nerviosismo.
—¿Ya eligió la fecha?
—Todavía no, quiero que sea pronto, pensaba que tal vez mañana…
—Entiendo, permítame un momento para confirmar si tenemos espacio disponible.

Silvana tecleó su contraseña y accedió al sistema, luego de un minuto afirmó complacida que podían programar la cita para el día siguiente a las cuatro de la tarde. Rodrigo asintió, dio la mano a la asesora y salió en el más completo silencio.

Tenía cerca de veinticuatro horas para alistar los últimos detalles. Salió, llamó a sus padres y se reunió con ellos en su restaurante favorito, cenaron e inevitablemente lloraron al término de la reunión. Por la noche fue a dormir pero no podía conciliar el sueño, era la última noche que pasaría en su cama, en su confortable departamento que pasaría a ser propiedad de sus padres al día siguiente. El armario estaba casi vacío, en él sólo había una percha con la ropa que usaría al siguiente día: unos jeans y la playera que había usado en el mejor concierto al que había asistido. El despertador sonó a las siete de la mañana en punto, por momentos creía que le habría gustado dormir hasta tarde, pero quería dejar todo impecable más por la experiencia de asear su casa por última vez que por dejar todo en orden. Desayunó hotcakes, café y pizza. Hizo limpieza a fondo, tomó un largo baño, se alistó y en punto de las dos treinta salió a su cita, al llegar ya lo esperaba su familia.

—Esperen aquí mientras se lleva a cabo el procedimiento —indicó Silvana a su familia—. Rodrigo, acompáñeme por favor.

Se abrazaron por última vez.

—Sugiero que vayan a su casa, por ahora es todo lo que pueden hacer, recibirán noticias más tarde —indicó Silvana— sé que les costará asimilar todo lo que está pasando, parte del servicio incluye apoyo para los familiares, a partir de mañana pueden asistir, en esta tarjeta vienen los números para que puedan agendar su cita, les recomiendo que no dejen pasar la oportunidad, tenemos profesionales altamente calificados que les ayudarán con el manejo de las emociones.

Los padres de Rodrigo aceptaron la tarjeta, se miraron en silencio y asintieron al mismo tiempo; dieron las gracias por el trato y las atenciones y se retiraron del lugar. Mientras tanto, las cinco de la tarde con treinta minutos, según se podía leer en el reloj azul —el único objeto con color—, un grupo de médicos y especialistas declaraban finalizado el proceso.

A las seis de la tarde el teléfono de su madre recibía un mensaje dando noticias sobre el éxito de la operación. A las seis de la tarde con treinta y cinco minutos Rodrigo abrió los ojos, sobre una cama en una habitación idéntica a la suya. El muro mostró un mensaje «Bienvenido. Hoy es cinco de noviembre del año 2644. Le recordamos que su servicio es clase A, el cual incluye tres reanimaciones al año en las fechas previamente seleccionadas. Gracias por utilizar los servicios de Self storage».

Disponía de una semana de descanso para acoplarse a su nueva existencia en un plano virtual, dentro de un servidor, antes de empezar a laborar para el monstruo informático dueño de medio planeta. Le tranquilizaba que aún podía estar en contacto con los suyos y sus ahorros eran suficientes para que, si así lo decidían, sus padres se unieran a él.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Amiga me encantó. Pensé que moriria. 😱

Unknown dijo...

Muy bueno....yo igual pensé que moriría. La traba del final sería mejor con la muerte. Humilde opinión. Saludos