miércoles, 1 de noviembre de 2017

Una luz


Josecito lleva días en cama. Nació prematuro y pasó mucho tiempo en hospitales, hasta hace un par de años todo pareció mejorar. "Cada día de su vida es un milagro" piensa su madre.
Hace poco su salud decayó, la familia no estaba preparada para algo así, en el pueblo no había médico y pasaban por un mal momento económico.
-Verás que pronto estás mejor, mijito -dice Matilde y su corazón se estremece al pensar que quizá no sea verdad.
-Mamita, si me muero, ¿volveré a ver al abuelo?
Matilde siente un vuelco en el pecho, no concibe la idea de que pueda perder a su pequeño, no luego de haber batallado para que de recién nacido sobreviviera.
-No lo sé, corazón, yo pienso que sí, pero bueno, no hablemos de cosas tristes, te me vas a poner sanito, ya verás -Dice y sonríe pero su sonrisa no logra disimular la lágrima que ya asoma.

***

Hace dos días que Josecito apenas se mueve, no ha querido comer, "Mamita, si me muero ¿volveré a ver al abuelo?" Pregunta incansable. Matilde ya no sabe que responder.
La mañana del tercer día llega fría y nublada, como terrible presagio.
-Mamita, si me muero, te voy a extrañar mucho -dice el pequeño y éstas son sus últimas palabras.
Matilde toma al niño en brazos y llora en silencio la pérdida, Josecito, su único hijo, ha muerto.

***

-Mamita, si me muero, te voy a extrañar mucho -dice Josecito cerrando los ojos.
En la oscuridad alcanza a distinguir una luz que lo llama, mientras avanza hacia ella puede sentir cómo el peso de su cuerpo disminuye, los dolores aminoran, puede respirar sin dificultad.
Corre, corre como pocas veces en su vida lo hizo, la luz tibia como rayo de sol le llama sin voz.
Al fin llega a ella y al tocarla, por un breve momento, su ser es de humo.
Mientras, afuera, lejos de la luz, su madre nota con gran pesar que lo ha perdido para siempre.

***

Por un instante Josecito es humo nacido de la Vela Sagrada que la yerbera se encarga de cuidar, rápidamente se transfigura y vuelve a ser él, pero sin dolores, contempla embobado a la anciana de ojos nublados y semblante sonriente.
-Mi niño, te extrañé tanto -dice una voz familiar a sus espaldas, el niño se gira rápidamente.
-¡Abuelo! -exclama con una sonrisa enorme.
-Te estaba esperando -responde el viejo y satisfecho ofrece la mano a Josecito.
El pequeño antes de retirarse vuelve la vista y agradece a la mujer, no sabe por qué, pero siente la necesidad de hacerlo así.
Al mirar en derredor Josesito se percata que están en un mercado. Cerca tienen toda clase de puestos que venden frutas, vegetales, artesanías, todo envuelto en un ambiente festivo.
-Vamos -dice el abuelo tomando la mano infantil y sonríe.
Al salir, Josecito no da crédito a lo que mira: fuera del mercado hay muchos más puestos y venden papel picado, dulce de calabaza, calaveras de azúcar, dulces de amaranto.
-Abuelo, ¡Es Día de Muertos! -sonríe el niño mientras el aroma de copal perfuma el ambiente.
-Aquí siempre es Día de Muertos -dice el abuelo con un suspiro -sé que te gustará, vamos a caminar -dice ofreciendo de nueva cuenta la mano.
Ambos comienzan a caminar, Josecito sabe que extrañará a su madre, pero ahora está con su abuelo en una fiesta de los Muertos permanente y sin ningún padecimiento, eso le da tranquilidad.

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