sábado, 14 de octubre de 2017

Café frío

Las pérdidas propias.

"¿Y si algo le pasó?" Se preguntaba, no se decidía a llamarla, "¿qué va a pensar, que soy impaciente, que la quiero presionar?, ¿qué va a pensar?"
María no llegaba, quedaron nueve treinta y eran ya cerca de las diez. Diez con dos, diez con quince y María no llegaba. Ramón se inquietó, movía la cucharilla dentro de la taza a medio beber. El café estaba frío ya y María no llegaba. Diez y media, María no aparecía aún. Luego de largos minutos pasó: llegó un mensaje que decía que dejara de esperar, no pensaba asistir a la cita, que mientras él la esperó ella había ido a su casa, la misma que compartieron por varios meses, sólo para tomar sus cosas, cuando el volviera no estaría más ahí, estaba cansada de intentar sin lograr. Ella no era lo que él necesitaba, él no era lo que ella quería, sus fallas fueron siendo cada vez mayores y María simplemente no pudo con ello, por eso, lo dejaba.
Ramón, quedó en silencio por largo rato, moviendo insistente, la cucharilla dentro del café.


Las pérdidas ajenas


"Muertos" Repitió en la memoria las palabras, una y otra vez tratando de encontrarles sentido. "Fallecieron", "lo siento", "colapso" ... no, no podía ser.
Se removió en su asiento y con temblorosa mano endulzó el café, que estaba frío hacía mucho rato.
No, tan solo tenía  unas horas de haberlos visto.
"Colapso", "rescate", "cuerpos"...
Las palabras permanecían inconexas, ¿Qué extraño lenguaje es ese en el que te anuncian que alguien ha desaparecido de tu vida así, tan de repente? No, no podía ser posible. Tenía un miedo terrible del paso de las horas, porque con ello se haría inevitable enfrentar lo que la mente no alcanzaba a comprender.
"Derrumbe", "salidas de emergencia", "irregularidades"...
¡No, por favor no!
Con la mente saturada salió de casa, nada tendría rumbo por mucho tiempo ahora.
Sobre la mesa, junto a la taza de café ya frío, abandonó las pocas esperanzas que le quedaban.


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