domingo, 6 de enero de 2019

Todos los niños saben volar

Se estira y levanta el vuelo, bajo los cálidos rayos de sol y sus brazos se vuelven alas.
Abajo su madre tendiendo la ropa le saluda con la mano. Él puede mirar cómo sonríe orgullosa mientras admira sus majestuosas alas verdes, azules y amarillas e intenta llegar sólo un poco más alto para que su madre se sienta muy orgullosa.
Siente el viento bajo sus alas y más allá alcanza a ver como el gris de la urbanización se va transformando en verde, un verde que trepa por los cerros y cubre hasta donde la vista alcanza. Sigue volando, vuelve a mirar sus alrededores y se distrae mirando una ternera pastando junto a su madre. Dos parcelas más adelante hay gente cosechando maíz mientras un par de niños corren por el sembradío y un cachorro negro les hace compañía.
¡El río! Es todo destellos en ese momento, respira hondo, muy hondo, aguanta la respiración y se imagina que está nadando en el río. Un día irá allá para jugar con los peces. Le gusta mucho el río con sus casitas a la orilla, todas de colores brillantes como si trataran de competir con el río por llamar la atención. También quiere seguir el río y saber si llega al mar, su mamá le ha dicho que no, que llega a una presa que está más allá de los cerros, pero nunca la ha visto.

-¡Beto, ven a comer! -Grita su madre.
-¡Ya voy! -grita con todas sus fuerzas y espera que su voz haya sido suficientemente fuerte para que desde tan alto lograra escucharlo.

Respira hondo y se concentra, no quiere hacer esperar a su mamá. De nuevo los cerros se alejan, el río se aleja, las parcelas se alejan, los niños que lo han visto surcando el cielo le dicen adiós. Se concentra, con cuidado desciende y sus hermosas alas azules, verdes y amarillas vuelven a ser brazos, vuelve a ser niño. Entra rápidamente a su casa, se lava las manos y se sienta a la mesa.

-Llegas justo a tiempo para la sopa -le dice su madre y le acaricia con cariño la cabeza.
-Siempre me dejas ganar -dice él, con una sonrisa.

Entre los dos es una especie de juego los días que él decide salir a volar, su madre lo llama y lo presiona para que baje a comer pero nunca sirve la sopa antes de que él llegue a su lugar.

-Hoy vi a una vaca con su hijita.
-¿De verdad?
-Sí, son muy bonitas las vacas, estaban ahí tranquilitas comiendo pasto, creo que ni siquiera me vieron pasar. ¿A qué sabe el pasto, ‘má? ¿Un día me das pasto?

Su madre no contiene la carcajada.

-Claro que no mi vida.
-¡Pero yo quiero probar!
-La gente no come pasto.
-¡Anda! Que tal que nos gusta, ¿Tú lo has probado? ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado? -al hacer esta última pregunta adopta la pose y tono de su madre, quien tranquilamente se levanta de la mesa y retira ambos platos para servir el arroz.
-’Má, ¿Lo has probado? -vuelve a cuestionar mientras ella deja su plato con arroz rojo, que es su favorito- ¿’Má?
-¿Sí?
-¿Lo has probado?
-Sí -contesta ella, dejando su propio plato.
-¿Y luego?
-¿Y luego? -repite ella acercándose a él- y luego resultó que sabe muuuuy feo -dice imitando a las vacas y haciéndole cosquillas a Beto al mismo tiempo -anda, que se enfría.
-¿Cuándo vamos a ir a la presa?
-Después.
-’Má, siempre dices que después. También quiero ir al río y nadar, bueno, aunque sea mojarme los pies.
-Lo sé, tal vez en un par de semanas vayamos al río. Por ahora, come por favor.
-¡Sí! -Contesta él emocionado -cuando termine de comer, ¿Puedo salir otro ratito?
-Sólo un rato más y ten cuidado, ya se está nublando.
-Sí, ‘má.

Se da prisa, no quiere perder la oportunidad de volar otro rato, y con suerte, ver el atardecer.

-Ten cuidado, por favor.
-Sí -dice él al salir.

El viento sopla con más fuerza, corre un poco para tomar impulso. Poco a poco levanta el vuelo, siente el viento de nuevo bajo sus alas. Quiere ir hacia el río, desde ahí se ven mejor los atardeceres, pero está muy nublado y piensa que tal vez no logre ver una puesta de sol hermosa, pero igual quiere intentar.

-No tarda en llover -dice para sí.

Desde donde está puede ver que las casas a la orilla del río han cerrado sus puertas, la gente se resguarda de la tormenta por venir.
El cielo está cada vez más oscuro, una nube cargada de agua flota sobre él muchos metros más arriba y amenaza con dejarse caer de un momento a otro.

-Tal vez debería volver -medita y en su distracción una ráfaga lo sacude -¡Ay, no! -grita y la caída es inminente.

Trata, sin éxito, de planear. Gira sin control y cae.
Las ramas de un árbol lo libran de caer al piso violentamente, más no ileso.

-Mamá -llama con voz titubeante al entrar a la casa.
-¡Ay, mi amor! -exclama ella al ver una de sus alas destrozadas -lo vamos a arreglar, todo estará bien -lo consuela ella.

-No te preocupes, ‘má. ¡La próxima semana quiero ser un dragón! -dice sonriente y deja el maltrecho papalote sobre la mesita en la sala -¿Puedo ver la tele un rato?

5 comentarios:

Unknown dijo...

Me encantó, yo yambtam volé alguna vez. A vceve todavía puedo. ✨

Carlos dijo...

Muy bueno

Carlos dijo...

Muy lindo.

Isa_Arredondop dijo...

Es lindo recordar cuando eso nos hacía tan felices

Isa_Arredondop dijo...

Gracias n.n