lunes, 4 de febrero de 2019

Te lo prometo.

—Sólo he ido una vez al mar —dijo Marcia recargando la mejilla en el marco de la ventana, su mirada navegaba un mar de concreto.
—Lo sé, te prometo que en cuanto junte algo iremos —respondió Cristóbal.

Sabía que ella ya no lo escuchaba más, sus pensamientos eran libres y veloces, a diferencia de ellos, viviendo en ese cuarto de azotea en el que a veces parecía que tampoco había espacio para el amor. Ella miraba el atardecer, si algo le gustaba de ese lugar era la vista. Él le acarició la mejilla y pasó su mano por los largos cabellos castaños.

—Te lo prometo —repitió casi en un susurro.

Quizá ella ya no creía en sus promesas, quizá una a una se fueron apagando como las velas de un altar que nadie visita.

—¿Cómo terminamos aquí?

Pero Marcia no lo escuchaba, contemplaba como las luces a lo lejos se iban encendiendo para vestir al cerro vecino. El tomó el jarro con café caliente, en panera sólo quedaba una pieza, la dejó para después, mejor que fuera para ella.

Años atrás el futuro prometía otras cosas. Tan enamorados estaban que sin pensarlo dos veces se fueron a vivir juntos; sólo él trabajaba pero le iba lo suficientemente bien para pagar una renta de un departamento grande.
Recordó que entonces tenían la ilusión de formar pronto una familia, sin embargo pasaron los meses, luego los primeros aniversarios y la ilusión se volvió frustración. Hubo discusiones en más de una ocasión.

—¡Lo que no es para uno, no lo es, Marcia! Por algo pasan las cosas.
—¡Qué fácil! Al rato te buscas a otra que sí te pueda dar hijos, ¿No? ¡Por algo pasan las cosas! Entonces dime, ¿Por qué nos pasa esto?
—No sé —dijo mientras la abrazaba—, pero te prometo que ese nunca será un motivo para apartarme de ti.

La amaba tanto como entonces, pero las cosas habían cambiado mucho entre ellos.
Después de un tiempo vino un recorte de personal, el desempleo y con ello la mudanza a un departamento más modesto, la venta de bienes por cuestiones de espacio primero y por falta de dinero, después.

—Un amigo me dijo que nos fuéramos para Tijuana, hay oportunidad de cruzar al otro lado, uno de sus conocidos los va a pasar, pero necesita más gente, dice que ya hay chamba asegurada llegando, uno de sus tíos nos va a recibir.
—¿Estás seguro? Sabes que no tengo familia y tú nunca has sido apegado a la tuya, pero… no sé, siento feo dejar lo que conozco para ir a probar suerte.
—Este es nuestro chance, de aquí nos vamos pa’ arriba y será sólo por un tiempo. Lo prometo.

Vendieron lo poco que tenían todavía, a duras penas completaron el dinero para llegar a Tijuana y lo que pedía la persona que les ayudaría a pasar la frontera. El sueño se volvió pesadilla a los dos días de llegar, cuando un par de sujetos los asaltaron e intentaron abusar de Marcia. Ella recibió muchos golpes y, aunque sanó, no volvió a ser la misma. Aún varios meses después le costaba mucho trabajo salir sola.

Como pudieron reunieron dinero para regresar, Marcia no estaba dispuesta a permanecer en esa ciudad. Volver al DF quizá era de las pocas promesas que había cumplido.

Las cosas estuvieron peor a la vuelta, al volver sin dinero Cristóbal tuvo que tomar el primer empleo que encontró, no permitiría que Marcia lo pasara mal. El empleo pagaba poco a cambio de muchas horas, tuvieron que vivir en un cuarto de azotea muy pequeño. Él trabajaba duro, pero las horas extra arrasaban con el tiempo que antes pasaban juntos.

Marcia seguía sentada junto a la ventana, mirando el cerro ahora iluminado.

—¿Vas a tomar café? —preguntó él, mientras su propia taza se enfriaba.
—Tenía hambre, hoy no te esperé. Cris, voy a entrar a trabajar.

Él apretó la mandíbula y guardó un breve y pesado silencio. La única promesa que se había hecho a sí mismo era que nada le faltara a Marcia y hacerla muy feliz. Nunca se planteó la posibilidad de que ella trabajara. Ella ocupó la silla a su lado y lo miró.

—Cris, ¿Sabes que te quiero, verdad? ¿Todavía me quieres?
—Claro que te quiero, Mar. Lo que más deseo es hacerte feliz.
—Ya nunca pasamos tiempo juntos, todo es trabajo y cuando vuelves siempre estás muy cansado. ¿Eso te hace feliz?

Negó con la cabeza y sintió todas las promesas incumplidas atorándose en su garganta justo en ese momento.

—Tú te mereces mucho más —dijo y sus ojos se humedecieron.
—Sé lo mucho que te esfuerzas, no quiero discutir sobre ello. Pero esto no es vida, Cris, ya casi no estas conmigo. No extraño el departamento anterior, te extraño a ti. Por mucho tiempo dejé que llevaras la carga, pero de seguir así estaremos cada vez más solos y tristes. Hoy salí a una entrevista, no es mucho lo que pagan porque no tengo experiencia, pero acepté —con sus manos envolvió las de él que estaban alrededor de la taza— a veces el plan original no funciona y hay que improvisar.

Al mirarla de frente descubrió ese brillo que hacía mucho no tenía en la mirada. Sabía que tenía razón. Se sonrieron. Ella se puso de pie y lo abrazó contra su pecho.

—Vamos a estar mejor, te lo prometo —dijo ella y lo besó en la frente.

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