lunes, 19 de marzo de 2018

Primavera

Sintió un aguijonazo de calor cuando ella le sonrió entonces todos los colores se encendieron y se le pegaron al cuerpo.
Corrío, tuvo que esconderse. Un tambor primitivo marcaba el ritmo de su sangre. Tuvo que pensar en ella, en su sonrisa, en su cabello tan perfecto, en su piel tersa, mil veces en ella mientras se tocaba bajo las sábanas olvidando los prejuicios, la moral, olvidando todo porque todo en ese momento era ella y su sonrisa, ella y su perfume, ella mil veces rozando con la punta de los dedos el brazo de él y  plantándole un beso.
Cada roce era eléctrico y sentía morir de un momento a otro; por breves instantes el mundo desapareció, todo se volvió oscuro, él imaginaba que ella lo besaba y se entregaba aprisionándole con brazos y piernas, la imaginaba abrazándole la verga con los labios y abrasándole el alma con ese calor hasta el momento desconocido, llenando su boca de besos y regalándole la caricia húmeda de su lengua.
De pronto el mundo, ella, sus besos, las caricias, todo en absoluto, fue absorbido por una diminuta esfera blanca, apenas un punto de luz que él pudo contemplar como en cámara lenta justo un segundo antes de que todo explotara y entonces ella, el mundo, los besos, las caricias, todo, lo fue envuelto por oleadas de placer. Se quedó dormido hasta que la luz entrando por la ventana lo despertó. Era una fría mañana de enero pero no importaba, para él, ya era primavera.

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